Psicología

Aprender a gestionar el ego es todo lo que necesitas para sentirte mejor y tener relaciones sanas

Un psicólogo nos cuenta cómo la percepción que tenemos de nosotros mismos puede perjudicar nuestro día a día y cambiar nuestro carácter.

Por Paula Martins

La mayoría de los malentendidos entre personas surgen como consecuencia directa de nuestro ego. Es posible que nunca te hayas detenido a pensar sobre ello, pero en gran parte de las ocasiones en las que te has sentido humillado, molesto o enfadado lo has hecho porque hay algo en el ego que te lleva a pensar que todo gira a tu alrededor, incluso cuando se trata de críticas. Lo habrás sentido alguna vez, ya sea al ver a alguien mirarte de manera descarada, al observar cómo una amiga le susurra algo a otra, con una contestación que te ha dejado confuso, o incluso cuando alguien te ha contado un comportamiento que le ha molestado de otra persona y has pensado que era una crítica indirecta contra ti. Sea la circunstancia que sea, te has creído ser el ombligo del mundo. Pero no te culpes: es habitual hacerlo.

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Sentir que somos el centro de atención es común, la diferencia entre unos y otros se encuentra en que no todos contamos con las mismas herramientas psicológicas para gestionar ese – autoconcedido – protagonismo. En psicología, el ego se relaciona con nuestro autoconcepto y autoestima, y hay investigaciones que demuestran que la forma en que percibimos y reaccionamos a las críticas está muy ligada a cómo nos vemos a nosotros mismos. "Las personas con autoestima baja son más propensas a interpretar críticas como ataques personales, mientras que aquellas con una autoestima alta y más estable tienden a verlas más como oportunidades para el aprendizaje," nos cuenta el psicólogo de la plataforma de terapia online Buencoco, Unai Aso, mencionando un estudio (Leary et al., 1995). Pero hay más, pues según el experto, el efecto que tiene el ego en cómo recibimos críticas también puede deber razón a una cuestión de cultura y entorno. "Si en casa siempre se ha reaccionado mal a las críticas y se ha reforzado este comportamiento, es más probable que también lo hagamos nosotros; y viceversa," explica, atribuyendo gran parte de su manera de estar en nosotros a lo que aprendemos a lo largo de la vida.

Teniendo en cuenta las palabras del experto en salud mental nos queda claro que el ego puede ser una herramienta para protegernos de lo que pensamos que podría dañarnos, pero también puede ser un obstáculo para nuestra propia tranquilidad y bienestar emocional. El fenómeno psicológico conocido como "sesgo reflector" nos ayuda a entender esto. Es el profesional el que nos explica que tendemos a sobrestimar cuánto nos notan y evalúan los demás. Creemos que nuestros errores y acciones son más visibles de lo que realmente son. "Esto puede llevar a una percepción exagerada de la visibilidad de nuestras propias acciones," explica una investigación que menciona (Gilovich et al. 2000), y señala que esa misma idea que formamos sobre nuestra manera de actuar puede provocarnos ansiedad, y hacernos sentir mucho más susceptibles a las críticas. "Podemos manifestar comportamientos inhibidos, especialmente en eventos públicos, y dejar de realizar determinadas acciones por miedo a las críticas o por cómo pueda ser nuestra evaluación".

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Pasos a seguir para gestionar el ego

Evitar este malestar es posible. Para sentirnos mejor debemos tratar de conocernos mejor, aprender a identificar de dónde vienen nuestros comportamientos, cultivar nuestro amor propio, y reconocer esos ecos que actúan como el demonio malo y que nos llevan a defendernos de críticas que igual ni existen. Hacer frente a ese ego desmesurado es esencial, ya que ayuda a mejorar nuestra relación con los demás y la percepción que tenemos de nosotros mismos. Nos ayuda a construir una vida mejor, y también abre espacio a que seamos capaces de recibir y dar más amor. Sin embargo, tratar de identificar todos los patrones por los que a veces estamos a la defensiva, actuamos mal, o dejamos de realizar determinadas actividades por miedo "al que dirán" no es una tarea fácil. Pero los pensamientos punitivos hay que eliminarlos, y la buena noticia es que para hacerlo  podemos llevar apoyarnos en pautas y estrategias de psicología que nos ayuden a desarrollar un autoconcepto más saludable. 

"En terapia utilizamos distintas técnicas de modificación de la conducta, como exposición o desensibilización para reducir la ansiedad asociada a recibir críticas; entrenamiento en habilidades sociales para enseñar a la persona a expresar sus opiniones y necesidades de una manera más asertiva; o técnicas para mejorar la flexibilidad cognitiva y reducir la influencia de determinadas creencias asociadas a las críticas", señala Unai Aso, como parte de una enumeración que incluye todavía más herramientas: "También podemos utilizar otras técnicas más cognitivas, como la reestructuración cognitiva y otras prácticas de registro de conductas, pensamientos y emociones para que, a través de la autoobservación, la persona aprenda a regularse mejor".

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Debemos tener presente que el ego no es malo, sino que sus consecuencias solo son perjudiciales si provienen de esa falta de consideración que muchos tenemos sobre nosotros mismos. Existe el ego positivo: "Se relaciona con un autoconcepto y autoestima saludables. Un ego positivo puede ser una gran ventaja porque nos permite recibir críticas de manera constructiva y usar ese feedback para mejorar, en lugar de sentirnos ofendidos o atacados. Con un ego más saludable, podemos interactuar con los demás de una forma más efectiva y empática, y esto promueve relaciones menos conflictivas y más constructivas.

REFERENCIAS

-Gilovich T, Medvec VH, Savitsky K. The spotlight effect in social judgment: an egocentric bias in estimates of the salience of one's own actions and appearance. J Pers Soc Psychol. 2000 Feb;78(2):211-22. doi: 10.1037//0022-3514.78.2.211. PMID: 10707330.

Leary, M. R., Tambor, E. S., Terdal, S. K., & Downs, D. L. (1995). Self-esteem as an interpersonal monitor: The sociometer hypothesis. Journal of Personality and Social Psychology, 68(3), 518–530. https://doi.org/10.1037/0022-3514.68.3.518