Miguel Adrover

El destino del modisto Miguel Adrover, mallorquín afincado en Nueva York, parece ser el constante cambio, la permanente lucha por salir adelante. Su historia fue comparada con la de La Cenicienta cuando, en 1999, su trabajo como diseñador era descubierto por la todopoderosa directora de moda de la edición americana de la revista Vogue.

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Por aquel entonces, Miguel Adrover malvivía en un cuarto sin ventanas y se veía obligado a trabajar como limpiador para poder comer, y pasó, de la noche al día, a ser considerado un diseñador de culto, cuyos desfiles eran lo más fashion del momento.

En plena vorágine de éxito el diseñador vendió su marca al grupo de moda Leiber pero, dos años después, en 2002, las cosas no pudieron ir peor económicamente: primero por la crisis del 11 de septiembre, segundo por la mala gestión y, en tercer lugar, porque la última colección del diseñador tenía claras reminiscencias árabes que fracasaron entre los consumidores tras los atentados.

Una vez que Leiber se ha deshecho de la marca, Adrover vuelve a empezar casi de la nada, aunque en mejores condiciones económicas que al principio de su carrera. "Estoy impulsando un estudio por mi cuenta, empiezo desde cero, con mis propios medios", dijo Adrover recientemente. Y es que cualquier esfuerzo es bueno para recuperar la corona de rey de la moda de Nueva York.

Entretanto, él sigue fiel a sus ideas. Por ejemplo, Adrover se declara en contra de la moda elitista, a la que sólo tienen acceso unas pocas privilegiadas. "Es importante representar el estilo de vestir de una mujer de la limpieza o de una mujer que trabaja en el campo", dice. Defensor de un modo de vida humilde y sin excesos, no se siente fracasado en absoluto. El presente es suyo, y tiene tiempo e ilusión para seguir trabajando.