Poco a poco, las familias reales comenzaron a recuperar la normalidad y a salir de palacio. Algunas de ellas decidieron que dada su situación podían poner más de su parte y, ni cortas ni perezosas, se lanzaron a la calle a colaborar con los más desfavorecidos. No solo reconociendo la labor de los profesionales que se habían dejado la piel en la época más dura del confinamiento -ya fuera con aplausos, llamadas de teléfono o incluso cacerola en mano desde el balcón-, sino trabajando codo con codo con ellos