¿Cómo se forma este carácter?
"La sumisión sería un patrón de conductual y también un estilo comunicativo o relacional que tiene su fuente en una autoestima deficiente y, por tanto, en una asertividad deficiente. Ninguna persona tiene una autoestima sana al cien por cien, por lo que nadie es perfectamente asertivo en todas y cada una de las facetas y situaciones de su vida. Por tanto, todos en algún momento nos mostramos sumisos ante alguien porque, por distintas razones, somos incapaces de aguantar la presión y defender óptimamente nuestras necesidades o puntos de vista", explica Rafael San Román.
El problema lo tenemos cuando alguien es sumiso en mucha facetas de su vida, o siempre lo es en alguna faceta en concreto (por ejemplo en sus relaciones interpersonales, o con su familia, o en el trabajo, etc.). Como decíamos, una persona con una autoestima sana, es decir, alguien que, en general, se encuentra bien consigo misma y confía en su capacidad para ser aceptada por los demás, tiende a relacionarse de una manera asertiva: defiende y expresa sus gustos, opiniones y necesidades con firmeza pero sin avasallar al otro, respetuosamente, de modo que fomenta relaciones sanas y equlibradas.
Cuando una persona no tiene una autoestima sana es más difícil que se relacione de este modo, bien porque considera que los demás son una amenaza ante la que hay que defenderse incluso preventivamente (“o comes o te comen”) o bien porque no se valora positivamente y piensa que sus necesidades, sus puntos de vista o sus derechos no son importantes y no tienen que ser tenidos en cuenta y, para no ser excluidos, es mejor dar prioridad a lo de los demás.
Las que ven amenazas por todas partes y se defienden atacando son personas autoritarias: imponen su postura a los demás. Las que claudican, callan y ponen por delante sistemáticamente los demás porque creen que ellas no son importantes son personas sumisas.
- Leer también: Los rasgos que definen una personalidad propensa a los celos