Los intentos fallidos de conseguir algún pez terminó por desmoralizar por completo a Ana María que, a pesar de la alegría y satisfacción por tener alimento gracias a los demás robinsones, no entendía por qué ella no conseguía pescar ninguno después de la buena racha que llevaba en las otras playas. Al ver el disgusto de su compañera, Hugo Sierra no dudó en ir a consolarla, restándole importancia al asunto