La hija del heredero Akishino se casa este martes

Recordamos la boda de Naruhito y Masako de Japón, muy diferente a la de su sobrina Mako

Algunas de las tradiciones que cumplieron sus padres y sus tíos quedarán fuera de la celebración de la princesa, que solo celebrará un enlace civil

Por M. J. Somoza

El próximo 26 de octubre Mako de Japón caminará por fin hacia el altar para unirse en matrimonio con su prometido Kai Komuro. No ha sido ese "paseo" fácil para la hija del heredero al trono Akishino, pues la polémica ha planeado desde el principio sobre una historia de amor por la que ella lo ha apostado todo. Se dice que el amor mueve montañas y en este caso el corazón ha tenido como inesperado rival miles de años de férrea tradición e historia imperial. Estamos en el siglo XXI y el amor ha ganado la batalla, así que habrá boda, aunque será muy diferente no solo a la que imaginaba la propia novia quizá, sino la opinión pública. Es tradición que las novias de la Corte cumplan con varias tradiciones nupciales milenarias, como el encuentro con los emperadores antes de sus nupcias, que se conoce como el rito Choken no Gi. La princesa Mako lo ha hecho (también ha visitado a sus abuelos, los exemperadores Akihito y Michiko) aunque la cita ha sido a puerta cerrada, sin los trajes típicos y en la más absoluta intimidad. A Mako, que el 23 de octubre cumplió 30 años, y a Kei se les privará de las vistosas celebraciones imperiales: el acto en sí de su matrimonio consistirá en su registro civil y una posterior conferencia de prensa donde informarán de sus próximos pasos. Se espera que tras abandonar el país del sol naciente, los recién casados se instalen en Nueva York, ciudad en la que el novio lleva ya un tiempo trabajando como abogado y donde estarán lejos del escrutinio público.

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Tres peticiones de matrimonio

Nada tendría que ver esta celebración, con estos datos, con la que en su día unió las vidas del emperador Naruhito y la emperatriz Masako. Le costó al ahora emperador que la novia, estudiante sobresaliente de Económicas en Harvard y que ocupó destacados puestos en la diplomacia, le dijera que sí. A la tercera llegó la vencida. El 12 de abril de 1993 se celebró la ceremonia de compromiso Nosai-no-Gi en casa de los padres de Masako, donde se entregaron a la novia regalos como seis botellas de sake, pescado y cinco rollos de seda. La pareja se dio “el sí quiero” el 9 de junio de 1993 en una ceremonia por el rito sintoísta que duró tres días. La novia vistió un kimono de seda tradicional -de doce capas- que suele pesar unos 14 kilos y cuyo valor superaba los 100.000 dólares (casi 87.000 euros). Antes de ponérselo, participó en un antiguo ritual que consistió en una ceremonia de purificación. Masako vistió, durante las celebraciones, otro vestido en tono marfil a juego con una tiara de diamantes.

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Entre los más de 800 invitados no estuvieron los entonces emperadores Akihito y Michiko, que esperaron a que los novios les anunciaran su unión por la tarde (en la conocida como la ceremonia Choken-no-Gi). Ninguno de los asistentes pudo entrar en el santuario con los novios y siguieron la ceremonia, que duró unos quince minutos, desde el jardín. Tras las fotos oficiales, los recién casados recorrieron las calles de Tokio saludando a la multitud, unas 200.000 personas, que se congregó en los alrededores del palacio de Tōgū, un recorrido de unos 30 minutos entre vítores y aplausos antes del banquete. Durante estas tres jornadas de fiesta se hicieron ofrendas de pasteles de arroz, para rezar por el nacimiento de un heredero varón y sano. La única hija de la pareja, Aiko, nació en 2001. Naruhito fue proclamado emperador en mayo de 2019 después de que su padre Akihito se convirtiera en el primer emperador en abdicar en más de dos siglos de historia.

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El enlace de los padres de la novia, el heredero Akishino y la princesa Kiko, se celebró el 29 de junio de 1990 y rompió moldes por algunos detalles que recordamos a continuación. El principal es que el novio se casó antes que su hermano mayor Naruhito, que era el llamado a heredar el trono imperial tras su padre. Además el novio acababa de completar un master (era licenciado en Derecho), por lo que su etapa como estudiante estaba apenas finalizada. La novia, por su parte, tampoco había completado su formación, un posgrado en psicología, algo que hizo mientras cumplía con sus deberes institucionales y ya como una mujer casada (acabó en 1995). Ella también participó en el rito de purificación antes de vestir el tradicional y multicolor kimono de 17 kilos, con doce piezas y valorado en más de 35 millones de yenes (unos 23 millones de pesetas de entonces).

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La breve ceremonia sintoísta, celebrada en el pequeño santuario dedicado a Amateras u Omikami, la diosa del Sol y guardiana imperial, duró unos 20 minutos y fue seguida por cerca de 150 invitados, un grupo en el que estaba el entonces príncipe Naruhito (aún soltero aquel día). El príncipe pronunció entonces sus votos en japonés antiguo, frases que llevaba apuntadas en un papel. La pareja no recorrió las calles en un coche descubierto, parece que por motivos de seguridad, respondiendo al cariño de la gente congregada a través de la ventana. Siguiendo la tradición, el emperador Akihito y la emperatriz Michiko no asistieron a la ceremonia, esperando varias horas antes de recibir a los novios en audiencia para que les comunicaran oficialmente su unión. La recién casada había cambiado ya su vestido antes de encontrarse con sus suegros, cambiando el kimono por un traje sin mangas.

Una vez casada, Mako perderá su título y su lugar en la familia imperial. La princesa ha apostado todo por su relación, renunciando incluso a la compensación económica que le correspondería tras su enlace, pues está dispuesta a dejar atrás la polémica que ha salpicado su relación y comenzar una nueva vida de la mano de su esposo.

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