¿Nunca has tenido perro y ahora te lo estás planteando?

La decisión sobre integrar en tu casa a un can no es fácil, requiere de altas dosis de responsabilidad.

Por David Navarro

En España se calcula que un 40% de los hogares tiene algún tipo de animal de compañía y los perros encabezan el ranking con más de un 30% de presencia censada, según datos de la Asociación Madrileña de Animales de Compañía (Amvac). Probablemente un gran número de personas de tu entorno conviven con un can, y puede que tú más de una vez hayas pensado cómo sería tu vida con un animal así. El gusanillo de convivir con un perro suele presentarse cuando tenemos la oportunidad de compartir tiempo con el de alguno de nuestros amigos o familiares, tal vez cuando nos encomiendan puntualmente sacarlo a pasear. Es el momento en el que descubrimos que el animal nos integra en su círculo de confianza y eso también nos hace bajar la guardia y plantearnos ‘¿y si yo también tuviera perro?’.

Convivir con un animal de compañía no es una decisión que pueda tomarse a la ligera, sin embargo ese alto nivel de responsabilidad a veces pone un nudo en la garganta a quienes sienten el deseo de conocer este mundo y de adoptar a un perro. ¿Seré capaz de darle los cuidados y atención que necesita sin dejar de mantener el ritmo de vida que llevo? Esta duda nos atenaza pues tener perro es un compromiso a 10-15 años, un tiempo suficientemente extenso como para pensarlo muy bien.

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Una decisión que toma el corazón, pero que debe asumir el cerebro

Tener o no tener perro es una cuestión de amor, querer dar cobijo a un can bajo nuestra protección y compañía nunca es una decisión meramente pragmática, un perro no es una lavadora, no es objetivamente útil. Querer convivir con un perro es un deseo de abrir una puerta hacia el mundo animal, una intención de comprender otras formas de amar y de recibir cariño. Sin embargo, lo cierto es que abrir tu casa a un perro tiene algunas ventajas que podríamos analizar objetivamente como muy positivas.

Desde un punto de vista científico se ha demostrado que las personas que conviven con un perro aumentan los niveles de oxitocina, lo que se traduce en menos estrés y ansiedad. Esta es una cuestión relativamente fácil de explicar. Los perros nos aportan contacto físico constante, y este tipo de interacciones son muy necesarias para todos los seres gregarios, entre los que nos encontramos, sin embargo el ser humano cada vez es más reacio a mantener contacto de cercanía física con sus iguales, por lo que los perros cumplen con esa función. Se ha demostrado también que abrazar a nuestro perro es una de las acciones que más estrés puede descargar.

Los canes son animales profundamente disciplinados (siempre que les facilites una educación mínima), son atentos con nuestras acciones, se mantienen alineados con nuestras dinámicas y suelen remar a favor del núcleo familiar. Se muestran defensores cuando un peligro acecha, lúdicos cuando paseas con ánimo de disfrutar del camino, hogareños cuando te dispones a dormir o descansar, y proactivos cuando haces cosas en casa. La compañía del perro es un incentivo constante que ayuda a que refresquemos en nuestro ánimo la idea de que hay que vivir el momento y que, a la vez, nunca estaremos solos en nuestro viaje por la vida. Esto, que puede parecer una mera declaración de intenciones apasionada, tiene una base y un desarrollo muy profundo si lo trasladamos al ánimo diario: convivir con un perro es una mirada perpetua a mantener el ánimo lo más alto posible, lo cual no tiene precio.

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Atención, también hay contrapartidas

Nadie dijo que hacernos responsables de una vida fuera fácil. Los perros dependen completamente de nosotros. En un mundo salvaje son capaces de cazar, orientarse, luchar y mirar por su salud. Sin embargo, los perros domésticos otorgan su supervivencia a los humanos, y eso no solo no hacen responsables de su alimentación y cuidado, sino que ahonda en cuestiones de más detalle. Por ejemplo: un perro necesita ejercitarse, salir a la calle, jugar y relacionarse con otros iguales. 

Es muy importante que seamos conscientes que al tener perro debemos salir con él un mínimo de tres veces al día. Estas salidas no son únicamente para que el animal haga sus necesidades, tan importante como eso es que pueda caminar y relacionarse con el medio. Un perro que solo sale a la calle para defecar se vuelve inestable emocionalmente, pues su cuerpo no obtiene el ejercicio que necesita y su socialidad no se desarrolla adecuadamente, por lo que a medio plazo se convertirá en un perro que ladrará a la mínima, podrá desarrollar obesidad y podrá entrar en un estado ‘depresivo’ en el que duerma más y se sienta más aturdido.

Los perros son mamíferos con cierta complejidad, darle una correcta educación será tu responsabilidad. No temas, todo saldrá bien si eres constante, aplicas el sentido común, respetas las necesidades del perro, y te muestras coherente y claro en tus normas. Sin embargo, si tienes poco tiempo en tu día a día y si no buscas ayuda para asesorarte podrás cometer más errores. El adiestramiento de un perro es muy sencillo: educar al animal a hacer sus necesidades fuera de casa, a no destruir ni subirse a los muebles, no ladrar en el hogar y aprender a ser paciente cuando le pones la comida o salís a la calle, todo ello es muy asequible. Si en el proceso de educación del perro identificas que algo no va bien, que no eres capaz de enfocar estas normas, no temas, simplemente debes buscar ayuda para recibir algunas indicación y, sobre todo: dedícale más tiempo, la mayoría de los problemas de comportamiento de los perros están basados en que sus dueños no les dedican el tiempo necesario.

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