4. Posee mil caras y… ¡muchos tonos!
Aunque, cuando piensas en blanco siempre te viene a la cabeza el puro, tan blanco como la nieve, lo cierto es que hay una gran variedad de tonos que van desde el seda, con ciertos toques grisáceos, ideal para dar un toque de sofisticación al ambiente; hasta el cálido hueso, con toques marrones; el crema (con amarillo), que proporciona calma; el roto, el más versátil de la gama; el tiza con matices grises claros; el frío, con un punto azulado que apenas se percibe, pero se siente… ¡Y algunos más!
Un consejo: si tus paredes son blancas, vigila que no ‘choquen’ con tu sofá, jugando con los tonos fríos o cálidos del ‘white’.
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