Anita Roddick

"Es inmoral hacer que las mujeres se sientan descontentas con su cuerpo, engañar a las consumidoras afirmando que cierto producto obra milagros o utilizar la imagen de una radiante quinceañera para vender una crema destinada a combatir las arrugas de las cuarentonas". Tan duras palabras no proceden de una guerrillera que acabara de bajar del monte con la metralleta en la mano, sino de Anita Roddick, una inglesa que convirtió una pequeña tienda de cremas en un imperio cosmético llamado The Body Shop.

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Hija de madre italiana y padre británico, y criada en Inglaterra, Anita Roddick dedicó la mayor parte de su juventud a viajar por todo el mundo con más ingenio que dinero. Al volver a su país, se enamoró del que ahora es su marido, Gordon Roddick, con quien tuvo dos hijas y junto a quien montó un hotel y dos restaurantes de desigual éxito.

Acuciada por la necesidad de sacar adelante a sus pequeñas, inaugura su primer The Body Shop en Brighton en 1976. Viajera incansable, había vivido como una "revelación" el descubrimiento de que en la mayor parte del mundo las mujeres eran capaces de cuidar su cuerpo sin comprar ni un solo cosmético. "Fuera donde fuera, siempre conversaba con las mujeres para averiguar que utilizaban para el cuidado corporal, fuera barro o cáscara de piña". Sin ser consciente de ello, se estaba adelantando a la "revolución verde".

Al principio no le fue bien. Todo lo contrario. De hecho, por aquel entonces tuvo que vender prácticamente el 50% de su negocio a un socio capitalista para poder sobrevivir, hecho del que años más tarde se arrepentiría amargamente, cuando, ya instalada en el éxito, viera como esa modesta inversión ajena llegaría a pesar como una losa sobre sus finanzas.

La característica que distinguía a The Body Shop de las demás tiendas de cosmética era ofrecer tratamientos básicos en envases muy sencillos, que no cargaran el coste final del producto, y presentarlos en cinco tamaños distintos para poder probar el producto, sin arriesgar mucho dinero, o lanzarse a por el envase familiar. Pero sin duda, el gran acierto de Anita Roddick fue adelantarse a las tendencias ecologistas que décadas más tarde se impondrían en todo el mundo con cosméticos de origen natural, prohibiendo los tests en animales y con servicios de reciclaje y de rellenado. "Si un cliente nos traía una botella de refresco para que se la llenáramos de crema, lo hacíamos encantados", recuerda.

Una de sus apuestas de mayor éxito ha sido el comercio solidario con el Tercer Mundo a través del programa Trade, not Aid, conocido como Ayudar comerciando. En vez de financiar programas de caridad, The Body Shop ha establecido vínculos con comunidades desfavorecidas para comprar a precio justo sus productos naturales, sean materias primas como la manteca de Karité de Ghana o el sisal de las esponjas de baño, contribuyendo al desarrollo económico de estas zonas.

Veinticinco años después de esa primera tienda, y tras salir a Bolsa en 1984, The Body Shop es una de las mayores y más exitosas cadenas de franquicias del mundo, con alrededor de 800 locales en los cinco continentes.